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¿PORQUE MI HIJO ADOLESCENTE ESTÁ DESANIMADO Y APÁTICO?





Cuando los hijos miran a sus padres y estos están enfadados, tristes o en conflicto, a ellos los embarga una enorme carga de dolor, miedo y frustración.


Su infinito amor de hijo y la necesidad de tener unos padres felices y tranquilos, que le muestren un mundo seguro, hace que integre, que es su responsabilidad hacer que sus padres se sientan mejor, o que posiblemente es su culpa que no sean felices. Este sentir los llena de frustración, pues no pueden hacer nada para que aquello cambie; y efectivamente, no pueden hacer nada, porque no les corresponde; la felicidad y tranquilidad de los padres es una responsabilidad que solo pertenece a ellos y no a los hijos.


Desbordado por el dolor de sus padres, frustrado y añorando una madre y un padre que le muestren desde su vivencia la alegría de la vida, se va encerrando en sí mismo inicialmente y luego en la soledad de su habitación y en la sedante ilusión de la tecnología; el desánimo y aburrimiento lo abarca manifestándose en altos picos de rebeldía enfado y asilamiento.


Entonces, los padres llenos de miedo hacia el futuro de su hijo, de frustración por no saber que hacer y con la intención de que el adolescente cambie: lo descalifica, critica, presiona y agrede; como estas estrategias obviamente no funcionan, sino que llevan a la familia a un nivel más alto de confusión y dolor, el adolescente se aleja aún más, se retrae y el ser padres no se disfruta, sino que se sufre.


¿Que hacer para que los hijos vuelvan a conectar con la alegría de vivir?


La clave son los padres. Sea lo que sea que esté causando dolor, tristeza o rabia, debe ser trabajado, elaborado, solucionado y sanado.


Entonces, el actuar retador del adolescente es un grito de llamado a la vida plena hacia los padres.


Los hijos les muestran lo que estos están necesitando sanar y solucionar.


Sin embargo, increíblemente muchos padres prefieren quedarse en el dolor, porque es lo que conocen, porque no saben cómo avanzar, o porque quedarse allí, les ofrece la dulce ilusión del inocente: “alguien más tiene la culpa de mi sufrimiento”.


A través de mi trabajo acompañando familias, he podido comprobar una y otra vez que cuando los padres trabajan sus nudos emocionales y solucionan los conflictos personales que les limita el pleno goce de la vida, encuentran como conectarse con sus hijos, descubren opciones adecuadas para comunicarse y acercarse a ellos, retoman el poder de su rol con armonía en el orden correspondiente; entonces desde ahí, de manera natural los hijos reconectan con su alegría de vivir.

Leonor Basto H.

Psicóloga y Psicoterapeuta.


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